Hay veces en que las apariencias engañan… Tus sentidos cayeron presos en la tela de araña. Engañan porque quisiste ser engañada, deseaste ser engañada, para que tu mundo no se desmoronase, creer que lo que veías era cierto, que tenías razón y que los demás se equivocaban.
Te dejaste llevar por la corriente del engaño, era mejor la autocomplacencia que caer en desgracia frente a la mirada de los demás, el temor al qué dirán, mostrar tu fragilidad al mundo, sentirte inferior por no haber sabido actuar.
Te dejaste engañar por tus miedos, por el miedo a ser culpable, a creer que todo hubiera sido diferente si hubieses hecho lo correcto. A creer que todo lo que ocurrió hubiese sido diferente si…
Pero no.
Ahora que veo tu última mirada perdida, sobre un charco de sangre, pienso que es una mirada ensayada, año tras año, una mirada al vacío para no ver el problema, una mirada al infinito para no ver al monstruo que tuviste delante…
… yo te tendí una mano, pero mirabas al infinito. Ahora ya es tarde.