Relato ambientado en el mundo del juego Popomundo, para celebrar la fiesta de Halloween…
Me desperté bruscamente. El autobús de gira se había detenido completamente y el rutinario traqueteo que había propiciado mi sueño me sacó de mi ensueño. Abrí un ojo y ví a mi compañera de grupo, acercándose para darme un beso de buenos días.
— Buenos días amor… ya hemos llegado, o mejor dicho.. buenas noches.
— Hola mi vida, llegado… ¿a dónde?
— ¿Ya no te acuerdas?
Y rápidamente, de un salto bajó del autobús y sacó su equipaje y el mío, mientras yo me terminaba de desperezar. Sólo recordaba haber estado en Buenos Aires, pero no recordaba el destino, tan sólo que había sido un viaje eterno, tenía tortícolis, y un terror instintivo al hecho de abrir las ventanillas durante el trayecto, no sé por qué…
Bajé del bus, que estaba completamente vacío ya, a pesar de que recordaba haber visto autoestopistas en él durante el viaje, y eché un vistazo alrededor, buscando algún indicio de dónde me encontraba, ya que Isleta había desaparecido súbitamente. Estaba amaneciendo, esa hora en la cual las sombras todo lo distorsionan, así que tomé mi guitarra, que era lo único que quedaba por coger y me dirigí a una pequeña cabaña de madera que había enfrente, presumiblemente la terminal de autobuses. Un nombre muy apropiado para un autobús como el nuestro, viejo y abollado. Estaba a punto de entrar cuando un ruido a mi izquierda me distrajo. Parecía provenir del lateral del edificio. Fui a ver qué era, intrigado, y armado con mi guitarra a modo de metralleta. Fuera lo que fuera, dudo que pudiese aguantar uno de mis riffs. Cuando doblé la esquina, vi un bulto en la oscuridad, agazapado entre la maleza. Parecía un animal, así que me acerqué despacio, confiado en que fuera un perro grande o una vaca pequeña. Si vivía cerca de aquí, no podía ser peligroso. Cuando de repente pisé una rama, el animal se irguió y comprendí que me había equivocado, aquél… ser… era un monstruo abominable, medía mas de 2 metros de altura, peludo, tenía una cola descomunal, como un dinosaurio, y unas enormes patas con enormes garras, al igual que sus patas delanteras que rasgaban el aire, tal vez buscando mi tripa, pero lo peor de todo es que tenía dos cabezas, que me miraban con una mezcla de estupor, hambre y curiosidad, de esa clase de curiosidad que le hace a un monstruo preguntarse de qué estás hecho por dentro…
Salí como alma que lleva el diablo corriendo hacia el descampado, cuando noté que algo me perseguía, eran una especie de diminutos lagartos que corrían a dos patas, y estaban a punto de alcanzarme!! Torcí hacia la derecha, donde se vislumbraba un pequeño bosque donde pensé que podría subirme a uno de los árboles y poder así escapar de la manada de pequeños dinosaurios devora-tobillos. Al entrar al bosque noté que ya no me seguían y me paré a descansar apoyado en un árbol. Sofocado a más no poder, después del concierto de ayer, ya no me quedaban fuerzas, resoplé contra el tronco cuando noté que alguien me estaba mirando. Alcé la cabeza y vi que una cosa se acercaba por el tronco del árbol bajando de cabeza, una cabeza que parecía un peluche diabólico con orejas, ojos y nariz enormes, con sus manos llenas de enormes uñas también, a punto de alcanzar mi cerebelo para vete a saber qué hacer con él!
Conseguí escapar a tiempo y reanudé mi carrera, pero no pude dar más allá de 10 pasos cuando tropecé con una raíz de un árbol, (¿o me puso la zancadilla?) y di con mis huesos en el suelo, o más bien en el agua, pues estaba al borde de un arroyo de negras aguas que daban muy mala espina… y razón no me iba a faltar, de repente surgió de esas aguas el monstruo más feo y más asqueroso que podían contemplar mis ojos, una especie de engendro hecho con piezas de animales se dirigía hacia mí con su enorme boca de pato llena de dientes, sus patas llenas de uñas lo arrastraban hacia mí, como un reptil viscoso, y su cola de castor palmeaba el agua seguramente llamando a más monstruos como él dispuestos a hacer un festín conmigo…
No sé de dónde saqué fuerzas, pero me levanté rápidamente y huí de nuevo, por suerte todos estos monstruos no parecían ser muy rápidos, salí del bosque encantado, encantado de salir de allí, por supuesto, y corrí con el corazón en un puño hacia la terminal de autobuses. Intenté abrir la puerta pero estaba cerrada. En ese momento escuché un ruido a mi izquierda y sin girar la cabeza, por el rabillo del ojo distinguí al monstruo bicéfalo acercándose dando pequeños saltos. Golpeé la puerta con todas mis fuerzas hasta que se abrió la puerta y una cara demoniaca llena de dientes apareció en el umbral, sonriendo maléficamente y gritando:
— BUUUUUUH!!!! Feliz Halloween!!!!!
Y entonces fue cuando me desmayé.
Me desperté bruscamente. Alguien me estaba lamiendo la cara y pensé que todo había sido un sueño, que me volvería a despertar en el bus de gira con Isleta intentando despertarme a besos…. Abrí un ojo, ya había salido el sol y lo vi… ¡¡¡era el monstruo de dos cabezas!!!! Me incorporé de un salto y vi a Isleta partiéndose de risa y acariciando al monstruo peludo a su lado. El animal se incorporó también y vi que de su estómago salía una cabecita pequeña que me miraba cómo si yo fuese un bicho raro… Isleta acarició al pequeño cangurito y me dijo, sonriendo:
— Bienvenido a Australia, cariño…