Mentes Criminales en la Comarca (Parte 2)

Ingo Sotomontoya
Ingo Sotomontoya durante un reportaje del semanario Aiya!
Ingo Sotomontoya era un hobbit bastante alto y fuerte para ser un hobbit. Todavía era un jovencillo que apenas había sobrepasado la veintena durante los acontecimientos de la Guerra del Anillo, aún así, participó activamente durante el Acantonamiento de la Comarca. Su valor y su dedicación le hicieron valedor de ser uno de los primeros Oficiales nombrados tras la guerra por el Thain Peregrin. Aunque las Casas de los Oficiales que se habían construido para ampliar el Cuerpo de Policía durante la estancia de Zarquino en la Comarca fueron derruidas en su mayoría, algunas de ellas se conservaron, y el Cuerpo continuó trabajando durante los pacíficos años que se sucedieron al Saneamiento, para continuar con la labor habitual de la Policía antes de la Guerra, que bien se podía resumir en mediar en disputas de granjeros que habían bebido demasiada cerveza en el Dragón Verde o que no se ponían de acuerdo sobre las lindes de su terreno.
 
Hasta los sucesos que tuvieron lugar en el inicio del año 14 de la Cuarta Edad, que movilizaron a la compañía de Fumadores de Bree Ilustres.

 

El Oficial Sotomontoya había sido quien había dado el aviso a Akerbeltz, y se encontraba hablando con él cuando llegó un jinete al galope y se detuvo frente a la Casa de los Oficiales. Siguió como pudo las grandes zancadas que daba el extraño ser cornamentado y apenas pudo apartarse a tiempo de su paso cuando volvió a entrar con gesto adusto y llevando una misiva en la mano. Lo siguió por el pasillo hasta que se dio de bruces con él. Otro miembro de su Compañía le había salido al paso y le empezó a soltar una retahíla de frases incomprensibles. Ingo se tenía a si mismo por un hobbit ilustrado, pero aquellos nombres, aquellos lugares que mencionaban, provocaban en su mente una sensación cercana al vértigo. Sin duda la Comarca era grande para un hobbit, y él nunca había traspasado sus fronteras, pero había visto mapas, había leído libros, y sabía perfectamente que el mundo más allá de las lindes de la Comarca era abrumador. En ese momento pensó que todo este asunto le venía grande, pero cuando oyó de boca del señor Akerbeltz que había dos cadáveres más, le invadió una súbita cólera ¡alguien o algo estaba mancillando su tierra, su Comarca! Y no estaba dispuesto a permitirlo. Ingo Sotomontoya llenó de aire sus pulmones, apretó los puños y de nuevo se sintió grande.

 
— Señor Akerbeltz — dijo Ingo — Como ya le dije antes, reitero mi total disposición y la de los escasos hombres que tengo al cargo en la labor de investigar quién hizo esto y dar castigo al culpable.
— Y yo le reitero las gracias, Oficial — En cuanto vuelvan mis hombres me pondrán al corriente de lo que han averiguado y podremos dar un perfil del sujeto que buscamos. 
 
Cuando terminó de hablar, Akerbeltz se metió en una de las salas que tenía a su disposición y cerró celosamente la puerta con el pestillo. Abrió la bolsa de viaje que portaba y cuidadosamente, extrajo un bulto envuelto en un suave paño. Lo colocó encima de una mesa que ocupaba el centro de la habitación y tirando de cada una de las esquinas ceremoniosamente desplegó el paño sobre ella dejando al descubierto una esfera de aspecto cristalino y de un color negro brillante. Al colocar una mano sobre ella en la esfera aparecieron unas vetas de color blanco lechoso que enseguida empezaron a girar alrededor de la piedra negra, difuminándose más a cada vuelta, hasta que la esfera quedó totalmente teñida de un color gris lechoso, como si de un cielo encapotado se tratase. Akerbeltz miró fijamente a la bola y le habló así: 
 
— Hola Llum… 
— Hola Aker, ¿en qué puedo ayudarte?
— Necesito cierta información. Busca en nuestra biblioteca cualquier documentación referente a la caída de un meteoro en la Comarca o alrededores.
— Me pondré con ello enseguida, ¿alguna información más?
— De momento no, Llum, pero sigue atenta porque los hechos se están desencadenando muy deprisa.

 

En el momento en que Aker salía de la habitación, llegaban a la Casa de los Oficiales Derwydd y Templeir, que comunicaron los resultados de sus pesquisas a ambos maiar. Baranduin se tomó su tiempo para comprobar meticulosamente que el pedazo de vestido que Derwydd había encontrado pertenecía a la primera víctima. No tuvieron que esperar mucho la llegada de Pk_Lugia e Ileanor. La pareja puso a los demás al corriente de sus hallazgos y a continuación se reunieron en una sala adjunta que el Oficial Sotomontoya había mandado preparar expresamente para la Compañía. Sobre una de las paredes habían desplegado un enorme mapa de la Comarca, donde podían verse unas marcas que señalaban el lugar donde habían sido encontradas las cuatro víctimas.

— Como véis, las víctimas ya ascienden a cuatro, me acaban de comunicar el hallazgo de un cadáver en el pantano de los Juncos esta mañana y otro, poco después, cerca de Nobotella… — dijo Aker, señalando el mapa. En él, las marcas se veían claramente alineadas trazando una recta que partía desde el centro de la Comarca hasta el noroeste.
— Mmm, vaya, se diría que nuestro sujeto va dejando un rastro de muerte huyendo de la Comarca — dijo Templeir aprovechando la pausa.
— Ambas víctimas — prosiguió Akerbeltz — según la información que me ha llegado, yacían también semienterradas. Lavanda Barranconejos, también hobbit cercana a la treintena que vivía en Ojo de Aguja, se hallaba semihundida en el fango del pantano de los Juncos, vestía ricamente y en su mano derecha lucía otro anillo del mismo material que los otros, que Baranduin ha identificado como galvorn. Por último, Caléndula Colinavieja, natural de Nobotella, hallada cubierta de piedras en una cantera cercana a su aldea. También corresponde al perfil de las otras víctimas, y llevaba otro anillo en la mano derecha. Trabajaba en una pequeña casa de huéspedes de Nobotella, cuyo dueño se llama Mildio Malaúva.   

 

— Es curioso, como ya he comentado con Pk_Lugia — dijo Ileanor — esa especie de ritual de cubrir el cadáver con tierra, paja, y ahora fango y rocas. En los dos casos examinados sabemos que el sujeto llevó a las víctimas hasta el lugar donde aparecieron, lo que denota cierta intención que todavía no sabemos. Puede que las llevara para ocultarlas o bien para satisfacer un deseo, es difícil saberlo aún, lo que si es cierto es que conocía la zona y dónde podía actuar sin ser visto.
— Y los vestidos… — añadió Pk — Según el informe de los Oficiales, pertenecían a las propias hobbits. Pero ningún familiar ha sabido explicar por qué lo llevaban puesto, cuando era un vestido que sólo lucían unas dos o tres ocasiones a lo largo del año.
— Por lo que hemos averiguado Templeir y yo, el sujeto es corpulento, capaz de llevar a una hobbit en brazos durante un trecho, ha intentado despistarnos calzando zapatones de metal, al estilo de los orcos, pero su forma de caminar lo delata. Es posible que se trate de un hobbit de la raza de los fuertes o bien un hombre de estatura media, no podemos determinarlo por ahora.
— En cuanto a los anillos, maese Baranduin…
— Hantalë, maese Akerbeltz, los anillos, o más bien su colocación en el cadáver son de lo más desconcertante, como podéis suponer, dado el extraordinario valor que tienen. No concibo ningún ser que aunque no supiere la naturaleza exacta de su origen y su preciado valor, no se sintiese atraído al menos vagamente por su belleza. Conocen ustedes el comportamiento que tienen algunas aves como las urracas, que se ven atraídas instintivamente hacia metales o piedras brillantes sin que ellas mismas tengan una mínima noción de su valor, haciendo acopio de este tipo de material en sus lugares de anidamiento. Pues bien, nuestro sujeto, ignorante o no de la fortuna que valen dichos anillos, obsequia a sus víctimas con ellos, antes de matarlas, quién sabe con qué razón o propósito. Tengo una teoría sobre ello pero debo madurarla más antes de dar más detalles. Iniciaré una pequeña investigación por mi cuenta, si no es inconveniente, maese Akerbeltz.
— Por supuesto que no, maese… y ahora debemos echar un vistazo a los lugares donde han aparecido los nuevos cuerpos, que están siendo traídos hasta aquí para que maese Baranduin los examine. Cabalgaréis hacia el noroeste. Derwydd y Templeir examinaréis el pantano, Pk e Ileanor, continuaréis el camino hasta Nobotella, quiero que interroguéis al dueño de la casa de huéspedes y que os dé un listado de todos los huéspedes que hayan pasado por su local en los últimos seis meses. Interrogad también a cualquiera que conociera a Caléndula. Y recordad, debemos proceder con la máxima cautela, las noticias corren como la pólvora en esta región, y en estos momentos toda la Cuaderna del Oeste debe estar enterada de estos sucesos. No queremos que se cree una alarma entre los hobbits, ni que nuestro sujeto escape de la Comarca, si todavía se encuentra en ella. El hallazgo de estos dos nuevos cuerpos va a retrasar nuestro perfil, el Oficial Sotomontoya lo comprenderá, pues no debemos precipitarnos. Cuanto recabemos los datos de vuestras pesquisas y reciba una información que he pedido a Llumdelest, estaremos en condiciones de crear un perfil. Partid, amigos, os quiero de vuelta antes que caiga la noche.

 

Continuará…

Mentes Criminales en la Comarca (Parte 1)

Pronto sabrás quién es

Humberto Bridagorda se dirigía temprano a trabajar, cuando el sol arañaba con sus largos dedos luminosos el borde de las lejanas montañas del este. Desató a Morgan, su enorme buey y le colocó los arneses. Luego empezó a labrar el campo con parsimonía, mientras las primeras luces inundaban y teñían su campo de ocre. Un destello en uno de los surcos recién arados llamó su atención cuando volvía la vista hacia atrás. Paró a la bestia y se dirigió a ver qué era aquello que brillaba en su terreno. Apenas tuvo tiempo de dar dos pasos cuando se desmayó y quedó tendido junto a su buey favorito. Cerca de ellos, apuntaba hacia el cielo una hermosa mano, saliendo de la tierra recientemente herida, que lucía en uno de sus dedos un hermoso anillo que despedía mil fulgores en la mañana incipiente. Morgan se volvió hacia su amo y empezó a darle lametones en la cara.

Akerbeltz se encontraba al final de una larga pipa, sentado en una de las sillas de la biblioteca de la posada del señor Mantecona, donde la compañía de Fumadores de Bree Ilustres tenía su sede, observando cómo Llumdelest, la Custodia de los Anales, colocaba unos dibujos sobre un panel de corcho apoyado en una de las paredes, cuando entraron los demás. Derwydd, el primero, saludó a Akerbeltz con un movimiento de cabeza y se sentó en una silla al extremo de la mesa, con semblante serio. Tras él entraron Baranduin, Ileanor, Pk_Lugia y Templeir, que rápidamente ocuparon sus asientos alrededor de la larga mesa, también, con el semblante serio. Akerbeltz miró a cada uno de ellos y tomó la palabra sin más preámbulos:

— Buenos días, gracias por acudir con presteza a la llamada del Cuerno, a continuación Llumdelest os pondrá al corriente del suceso. Llum, por favor…

— Gracias, Aker — dijo Llum — Amatista Peñaclara, como podéis suponer por el nombre, una hobbit de la Comarca, de edad cercana a los 30, apareció ayer por la mañana semienterrada en el campo de un granjero de Delagua. Presentaba varias contusiones, una de las cuales le produjo la muerte, y como podéis observar en los dibujos del panel, estaba vestida como para acudir a una fiesta. No hubo agresión sexual y en su mano derecha portaba un lujoso anillo que al parecer no era suyo. Ambos maridos nos han confirmado este…

— ¿Ambos? — interrumpió Baranduin.

— Eeeh… sí, no había terminado de contaros que hay otra víctima, descubierta por la tarde. Se llamaba Petunia Astalavista, que había superado la veintena hace una década. La encontraron ataviada de la misma manera, enterrada en un pajar de Hobbiton, lucía también una sortija que no se correspondía con su nivel social. También la habían golpeado. Tenéis más detalles y dibujos del anillo en las hojas que os he dejado encima de la mesa.

— Esto no parece cosa de orcos — concluyó Derwydd examinando los dibujos. Parece que nuestro sujeto está especializado en mujeres hobbit.

— Desde luego, ni siquiera un orco podría simular que no ha sido un orco… — contestó Templeir.

— El anillo es su firma, sin lugar a dudas, ¿se sabe su procedencia? — dijo Ileanor

— Tendría que examinarlo de cerca, pero parece de naturaleza élfica, quizá fabricado en Gondolin, durante la Segunda Edad — dijo Baran.

— Es extraño lo del vestido — dijo Pk — muy pocas veces una hobbit se viste de esa manera, salvo en los días de Yulë, que han pasado recientemente.

Sea como sea, esto sólo parece el principio — contestó Aker — Preparad vuestros caballos, salimos hacia la Comarca en media hora.

Gandalf dijo: «Muchos de los que viven merecen morir y algunos de los que mueren merecen la vida. ¿Puedes devolver la vida? Entonces no te apresures a dispensar la muerte, pues ni el más sabio conoce el fin de todos los caminos.»

La Compañía llegó a la posada de Delagua a media mañana, justo a tiempo para la Asamblea de la Comarca, presidida por el Thain Peregrin. Antes de desmontar, Aker se dirigió al grupo y comenzó a dar órdenes.

— Pk_Lugia, Ileanor, no desmontéis, vosotros continuad el camino hasta Hobbiton, para examinar el escenario de la segunda víctima. Derwydd, Templeir, id al campo donde apareció la primera víctima a ver qué podéis averiguar. Maese Baranduin, necesito que acudáis a la recién reconstruida Casa de los Oficiales donde custodian los cuerpos para examinar detenidamente esos anillos. Yo iré con vos para saludar al Oficial y luego me presentaré al Thain. Sed discretos, a los hobbits de la Comarca no les agrada demasiado la Gente Grande. Nos reuniremos a mediodía en la Casa de la Guardia donde nos han habilitado una sala especial.

Pk_Lugia e Ileanor se despidieron y siguieron adelante por el camino atravesando Delagua, hasta llegar a Hobbiton, donde fueron recibidos por la mirada adusta de algunos de los vecinos con los cuales se cruzaban. Siguiendo las indicaciones de algunos amables hobbits, llegaron al granero del señor Astalavista, que se encontraba bastante apesadumbrado y acompañado de familiares y amigos. Ileanor y Pk le dieron sus condolencias y cuando se hubo serenado, el hobbit les indicó el lugar donde había encontrado a su mujer, y les dejó solos. Los dos miembros de la Compañía examinaron minuciosamente el lugar mientras extraían algunas conclusiones.

— ¿Ven tus hermosos ojos de elfa lo mismo que yo, Ileanor?

— Si te refieres al rastro dejado en la paja hasta el lugar donde apareció, sí, y mira, el rastro continúa hasta el exterior — Ileanor y Pk siguieron las marcas en el suelo hasta terminar bajo un almendro, situado en el exterior del granero.

— Sin duda, fue golpeada aquí y arrastrada hasta el interior. Pero no hay rastro de ningún objeto contundente que haya podido usar el sujeto.

— No, y el hecho de llevarla dentro indica que necesitaba tomarse su tiempo para su ritual, lejos de cualquier testigo que pasase por el camino.

— La enterró en la paja, al igual que la primera víctima, que estaba enterrada en la tierra, puede que sienta remordimiento o tal vez simbolice algún tipo de rito religioso…

Mientras tanto, en el campo del granjero Bridagorda, en Delagua…

— Cualquier pista que pudiera haber aquí ha sido destruida por la bestia de carga del granjero, Temp — dijo Derwydd, que se encontraba de cuclillas sobre el terreno.

— Eso parece. No sacaremos mucho en claro aquí…

— No obstante, fíjate en los límites del terreno…

— Está rodeado por una alta cerca, eso significa que sólo hay un sitio por el que tuvo que pasar forzosamente, la…

— …puerta. Efectivamente. Vayamos hacia allí.

Caminaron lentamente, por delante Templeir, inspeccionando el suelo cuidadosamente, pues como montaraz que era, sabía leer perfectamente cada surco o brizna de hierba del suelo como si se tratase de un libro. Así llegaron por fin a la puerta.

— El suelo está lleno de pisadas, pero puedo distinguir unas huellas grandes que no pertenecen a un hobbit. Llevaba zapatones de orco, pero no era un orco, las pisadas son rectas y los orcos son característicos por su forma de caminar patizamba. Fíjate Der, las huellas que van hacia el campo son más profundas que las que vuelven. Está claro que portaba un peso cuando entró, pero no al salir.

— Mira qué tenemos aquí… Temp — dijo Derwydd agachándose junto a la puerta. — Hay un trocito de tela enganchado a un clavo que sobresale del resquicio de la puerta. Compararemos esta muestra con el vestido que llevaba la víctima, aunque a juzgar por los dibujos, creo que es el mismo. Puedo afirmar sin lugar a dudas que el sujeto la trajo aquí desde otro lugar, seguramente para poder enterrarla sin que nadie le molestase. Rápido, volvamos a la Casa de los Oficiales.

A algunos cientos de metros, en la Casa de los Oficiales, Baranduin, con la pericia que le caracterizaba, examinaba con ayuda de una lente los anillos recuperados de los cadáveres de las hobbits. Akerbeltz hablaba todavía con el Oficial cuando llegó un jinete a toda velocidad y se detuvo frente a la puerta.

— ¡Traigo una carta urgente para el señor Akerbeltz!

Aker la recogió, la leyó y entró rápidamente en la Casa de los Oficiales, en busca de Baranduin. Éste le salió al paso…

— …he examinado los anillos en profundidad y, como supuse, ambos anillos fueron forjados en Gondolin, la Ciudad Escondida, nada más y nada menos que por Maeglin, hijo de Eöl, el Elfo Obscuro. Están compuestos por una aleación de plata élfica y una pequeña cantidad del metal obscuro conocido como galvorn…

— ¿Galvorn?¿El metal que cayó del cielo?

— Exactamente, el mismo material con el que se forjó la espada Anglachel, y aunque la proporción en los anillos es ínfima, es suficiente como para apreciar un brillo como de fuego pálido en sus bordes. Se decía que Anglachel poseía vida propia, y que podía arrebatar la vida de su dueño. En el caso que nos ocupa, deberíamos evitar que esto saliese a la luz, los hobbits son muy dados a supersticiones y habladurías, y es posible que tuviésemos una avalancha de medianos trayéndonos todo tipo de anillos para examinar. Ah, y por último, la presencia de estos anillos es doblemente extraña, primero porque es impensable que estas joyas hayan llegado a parar a este bucólico rincón del mundo, y segundo, porque es extraño que el asesino colocase a sus víctimas un anillo que vale una fortuna, estamos hablando de que con dos anillos como éstos… ¡podríamos comprar media Comarca!

— Me temo que ahora podremos comprar la Comarca entera — dijo Aker muy serio, y le enseñó la carta que acababa de recibir.

Continua en…

Mentes Criminales en la Comarca (parte 2)